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Argentina goleó, ilusiona y está a un paso de la clasificación

La Selección venció 4-1 a Corea del Sur y ya piensa en octavos de final. El equipo ratificó que es uno cuando ataca y otro cuando defiende. Si evita descompensarse y se equilibra está para campeón.

El partido Argentina- Corea del Sur del grupo B del Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010 en el estadio Soccer City. (AP)

Argentina ya piensa en octavos de final y esto es producto de dos triunfos en igual cantidad de presentaciones. Esta vez ganó y goleó, pero sufriendo innecesariamente en algunos pasajes más por falencias propias que por aciertos rivales. De todos modos, tras el 4-1 ante Corea, la clasificación está prácticamente asegurada y sólo un cataclismo contra Grecia podría ponerla en duda. El camino hacia el campeonato sigue abierto.


Esta Selección es, claramente, un equipo cuando ataca y otro cuando defiende. Las diferencias, sin dudas, están bien marcadas.

En la mayoría de los avances se produce un estado de excitación propia porque se sabe que el gol puede llegar en cualquier momento. En las réplicas rivales sucede lo contrario, porque tanto Corea – como también ocurrió con Nigeria – encuentran espacios libres con mucha facilidad, específicamente en el sector que cubren Jonás Gutiérrez y Demichelis.

Está en el debe de este seleccionado hallar el equilibrio entre ataque y defensa, porque todavía se está en etapa de ajuste. Una formación con pretensiones de ganar el título no puede descompensarse tan fácilmente en un par de segundos.

Argentina sacó ventajas desde lo táctico desde la parte inicial, ya que se hizo una correcta lectura de la posición de Messi, al dejarlo suelto en posición de arranque casi desde el centro de la cancha. Con esto, la marca zonal escalonada preparada por los coreanos no tuvo sentido, ya que el doble cinco ultra defensivo – a metros de sus centrales – debiera haber salido a romper a casi cuarenta metros de posición.

Cada arranque de la Puiga contagia y hace rotar en posiciones a quienes eventualmente se asocian para la triangulación. Por momentos es Tevez, por otros Di María, Higuain, Maxi o Agüero. A Lío sólo le falta que se le abra el arco.

Está buscando el gol con obsesión, producto de una excepcional capacidad de leer la jugada y de fabricarse el espacio vacío con pelota dominada, característica sólo reservada para futbolistas fuera de molde.

Tevez es despliegue, combatividad y fiereza, pero también coordinación para hacer la pausa, pisar el balón y esperar que le llegue un compañero liberado de marcas para reiniciar el avance en función colectiva.

Carlitos también fue uno de los puntos altos de este partido, en esa posición indefinida en la que parece no ser siete, ocho, nueve, diez u once, si no un poco de todo. La Selección se ajustó a una idea central que jamás abandonó: circulación por bajo, con circuitos cortos para triangular y así romper la marca zonal coreana.

Manejando el balón con precisión y sentido de la oportunidad, a la larga se empieza a agrietar cualquier esquema defensivo, y en esto Argentina es temible por su potencial para sorprender en cualquier momento. Desde el primer gol hasta el final de la etapa inicial se corporizó la sensación de que el Albiceleste imponía condiciones cuándo, cómo y dónde quería.

El cabezazo de Higuain consolidó la tendencia y sólo el tremendo y grosero error de Demichelis – intentar el dominio del balón de frente a su arquero, en vez de darle el pase o sacarla hacia los costados – achicó las diferencias en el marcador, aunque no en el juego.

En el complemento volvió a aparecer el equipo que confunde a todos, el mismo que puede terminar en gol cada avance pero también recibir una acción de peligro en la contra y por errores de coordinación defensiva. No parece haber resolución para el tándem Demichelis-Gutiérrez por derecha, porque Jon ás no siente la marca en una posición en la que está improvisado.

Le falta oficio para cerrar, suele acompañar a quien lo encara esperando que este defina qué hacer, en vez de forzarlo para medir el tiempo del cruce. Micho, detrás, tampoco lo cortina y eso le hace ganar en inseguridad, que traslada cuando no sabe si esperar en el borde del área o presionar al rival en el corte.

Por fortuna, Higuain reapareció como goleador, alejándose de la sombra de un Milito que espera minutos en cancha desde el banco.

El Pipita sabe definir a un toque y su técnica es la de un definidor nato, como por ejemplo en el tercero de sus goles cuando le cambió el palo al arquero, que venía caminando hacia la cobertura del poste cercano. Bien por Gonzalo y también porque sus asociaciones con Messi, el Kun y Tevez pueden hacer estragos en cualquier defensa parada en línea.

Argentina se fue esperanzada en que siga creciendo el equipo en el sentido genuino del término. Que aparezca la individualidad ayuda, pero que esta se sostenga en un rendimiento equilibrado de conjunto es la puerta abierta hacia la concreción de un gran logro. La Selección sigue dependiendo de si mismo y ahora tiene que dedicarse a hacer ajustes. Si lo consigue, estaremos en la antesala de la consolidación de una formación que puede hacer historia.

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